Realmente estás entre mis brazos: escuchando mis lamentos, deseando que me quede, creyendo que aún todo es perfecto, añorando los primeros encuentros, esperando que mis labios te besen. Sientes -súbitamente- que mis deseos se apagan y por precipicios descienden, deslizando miembros, destrozando sueños, siendo víctima de tu propio juego. Observas los relieves de la primera sangre derramada en el suelo. Entiendes porqué ya no siento miedo. Llorando más, oyendo menos; mirándome borrosamente aspirar un aire nuevo; sabiendo que entre tus carnes un trozo de metal se pierde. Realmente, me doy cuenta, estás entre mis brazos muriendo.
Sanago, 1985.
1 comentario:
Santiago, que hermoso!
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