lunes, 16 de noviembre de 2009

La Visita




Vinieron de otras tierras. Con las miradas fijas en nuestros ojos preguntaron: -¿Cómo soportan tanto dolor en sus cuerpos?... Y descubrieron torbellinos en nuestras almas. Giramos las cabezas, murmuramos. Entendieron: Hay abismos entre sus palabras. Les ofrecimos las más exóticas bebidas (no conocían el agua) y las derramaron en el desierto que nos rodeaba. Probaron, ante nuestra insistencia, los alimentos que nos saciaban y sintieron náuseas ante tanta hambre. Todo pasó en un instante, helada bocanada de aire. Cuando quisimos obsequiarles con nuestro oro, con nuestras piedras más brillantes, habían trazado en el cielo (una atmósfera demasiado gris para ser verano)  las líneas que bordean ese ojo que nos mira fijamente; su pupila es la esfera rota, inmensa, de un reloj que nos indica los eternos segundos que nos restan.
Aquí congregados, observamos, estáticos, con el llanto estrangulado y lo suficientemente separados. Esperamos que retornen los que hace poco vinieron y nos expliquen lo que no entendemos. Todo tiembla, muchos mueren. Se corroen nuestros cuerpos, nuestras ánimas de hierro. Somos los herederos del miedo. Extrañamente, agonizantes, muchos claman: ¡Paraíso, Paraíso!... ¿dónde estabas?... ¿Dónde estás?

SE ES





















Se diluye
Se dilu
Se di
Se
S

Se diluye
diluye
luye
ye
e

Pende temblorosa,
en la hoja,
la última gota.

Septiembre/1998.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Pasional




Realmente estás entre mis brazos: escuchando mis lamentos, deseando que me quede, creyendo que aún todo es perfecto, añorando los primeros encuentros, esperando que mis labios te besen. Sientes -súbitamente- que mis deseos se apagan y por precipicios descienden, deslizando miembros, destrozando sueños, siendo víctima de tu propio juego. Observas los relieves de la primera sangre derramada en el suelo. Entiendes porqué ya no siento miedo. Llorando más, oyendo menos; mirándome borrosamente aspirar un aire nuevo; sabiendo que entre tus carnes un trozo de metal se pierde. Realmente, me doy cuenta, estás entre mis brazos muriendo.

Sanago, 1985.